El poder de una canción cuando hay amor
La fiesta estaba muy animada. Había muchísima gente conocida, la comida era buena y la música prometía diversión durante horas. Sin embargo, no todos lo pasaban bien... Una joven muy bella estaba sentada en un pequeño rincón del jardín completamente ausente del alboroto que frente a ella había. Absorta en sus cosas, no se dio cuenta de que no pasaba desapercibida para todos. Alguien la miraba con cautela enredada en el deseo de desvelar el misterio que la rodeaba.
De repente, la muchacha se levantó y se fue. No soportaba más aquel infierno de sonrisas vacías. No quería volver a ser testigo de labios humedecidos en alcohol ni caricias disfrazadas de falsas intenciones.
El joven salió corriendo tras aquella melena negra que ondeaba entre la multitud. La siguió hasta el muelle de un lago próximo al lugar de la celebración. Allí estaba, sentada con la mirada perdida en la luz más hermosa de todas las que iluminaban la noche. Un inmenso lago se derramaba a sus pies y el viento jugaba con su precioso cabello dejando desnuda una espalda blanca y suave.
Él caminó despacio hacia ella y se sentó a su lado. La dama ni siquiera le miró, al contrario que él, quien quedó fascinado ante la pureza de su perfecto rostro. Se quedó ensimismado sin saber qué decir o hacer. Allí estuvieron casi una hora sin mediar una sola palabra. Finalmente, ella se levantó y se fue por donde había venido perdiéndose en la espesa niebla que se había apoderado del lugar en cuestión de unos pocos minutos. El muchacho se arrepintió de no haber sido capaz de decirle nada. “Creerá que soy un idiota”, pensó.
Al día siguiente acudió a casa del amigo que había celebrado la fiesta tratando de obtener información sobre la misteriosa dama de negro. Al principio, el anfitrión no sabía de quién podía estar hablándole hasta que...
- Espera un momento, la chica de la que te hablo es la que aparece en esa foto que tienes ahí, sobre la mesita.
- No puede ser, has debido confundirte de persona, o quizá bebiste demasiado anoche.
- ¿Por qué?
- Es mi hermana. Hace tres años fuimos a la fiesta de unos amigos que viven cerca de aquí. Ella bebió mucho y terminó con malas compañías. Fueron a pasear por el lago a pesar de que le dije que no fuera con desconocidos a ningún sitio. La violó. Una semana después mi hermanita se suicidó.
El joven se quedó de piedra ante las palabras de su amigo. ¿Quién era la chica de la cual se había enamorado? Un...¿fantasma? Cuando se fue de la casa, regresó al muelle del lago donde la noche anterior había estado sentado junto a su hermosa dama misteriosa. Entonces se dio cuenta de que había un cuaderno sobre el suelo de madera. Lo cogió y vio que sólo estaba escrita la primera página:
De repente, la muchacha se levantó y se fue. No soportaba más aquel infierno de sonrisas vacías. No quería volver a ser testigo de labios humedecidos en alcohol ni caricias disfrazadas de falsas intenciones.
El joven salió corriendo tras aquella melena negra que ondeaba entre la multitud. La siguió hasta el muelle de un lago próximo al lugar de la celebración. Allí estaba, sentada con la mirada perdida en la luz más hermosa de todas las que iluminaban la noche. Un inmenso lago se derramaba a sus pies y el viento jugaba con su precioso cabello dejando desnuda una espalda blanca y suave.
Él caminó despacio hacia ella y se sentó a su lado. La dama ni siquiera le miró, al contrario que él, quien quedó fascinado ante la pureza de su perfecto rostro. Se quedó ensimismado sin saber qué decir o hacer. Allí estuvieron casi una hora sin mediar una sola palabra. Finalmente, ella se levantó y se fue por donde había venido perdiéndose en la espesa niebla que se había apoderado del lugar en cuestión de unos pocos minutos. El muchacho se arrepintió de no haber sido capaz de decirle nada. “Creerá que soy un idiota”, pensó.
Al día siguiente acudió a casa del amigo que había celebrado la fiesta tratando de obtener información sobre la misteriosa dama de negro. Al principio, el anfitrión no sabía de quién podía estar hablándole hasta que...
- Espera un momento, la chica de la que te hablo es la que aparece en esa foto que tienes ahí, sobre la mesita.
- No puede ser, has debido confundirte de persona, o quizá bebiste demasiado anoche.
- ¿Por qué?
- Es mi hermana. Hace tres años fuimos a la fiesta de unos amigos que viven cerca de aquí. Ella bebió mucho y terminó con malas compañías. Fueron a pasear por el lago a pesar de que le dije que no fuera con desconocidos a ningún sitio. La violó. Una semana después mi hermanita se suicidó.
El joven se quedó de piedra ante las palabras de su amigo. ¿Quién era la chica de la cual se había enamorado? Un...¿fantasma? Cuando se fue de la casa, regresó al muelle del lago donde la noche anterior había estado sentado junto a su hermosa dama misteriosa. Entonces se dio cuenta de que había un cuaderno sobre el suelo de madera. Lo cogió y vio que sólo estaba escrita la primera página:
Amanece y sentado junto al mar
la mirada fija en la inmensidad
esbozando una sonrisa
imaginando no despertar
hubo un tiempo en el que el hombre fue feliz
disfrutando cada día su existir
ella era toda su vida
su principio y su fin
Y aunque el mar se la llevó, él aún oye su voz
susurrándole frases de amor
cada día se le ve, sentado al amanecer
esperando verla volver
Un deseo cada amanecer
y un lamento cada atardecer
esperando, deseando que la muerte
venga pronto a por él
Mas un día, ya no apareció
en la playa ya no se le vio
ya por fin está contento
la muerte se lo llevó
Y en el cielo se les ve
casi hasta el amanecerpor fin juntos otra vez
se reflejan sobre el mar
al llegar la oscuridady las lágrimas ya no volverán
Dos días después el cielo amaneció teñido de gris ceniza. Las gotas de lluvia caían sobre los paraguas al ritmo del repicar de las campanas. No acudió mucha gente al entierro, tan sólo los más allegados. Entre ellos una joven preciosa arropada entre sedas negras. A su lado se encontraba un joven que no lograba acostumbrarse a la belleza de su acompañante. Ambos se miraron, sonrieron y desaparecieron en la niebla...